miércoles, 6 de noviembre de 2019

Fragmentos: Desayuno en Tiffany’s

Hoy os quiero dejar los fragmentos que más me han gustado del libro de Truman Capote, Desayuno en Tiffany’s:





#1

“La única ventana daba a la escalera de incendios. A pesar de estos inconvenientes, me embargaba una tremenda alegría cada vez que notaba en el bolsillo la llave de este apartamento; por muy sombrío que fuese, era, de todos modos, mi casa, mía y de nadie más, y la primera, y tenía allí mis libros, y botes llenos de lápices por afilar, todo cuanto necesitaba, o eso me parecía, para convertirme en el escritor que quería ser.”


#2

“Las letras impresas, tan elegantes como si fuese una tarjeta de Cartier, decían: Miss Holiday Golightly, y, debajo, en una esquina, Viajera. Sonaba tan fastidioso como una canción. Miss Holiday Golightly, Viajera.”


#3

“Como les ocurre a muchas personas que demuestran una osada afición a proporcionarte informaciones que no les has solicitado, se ponía en guardia ante cualquier cosa que se pareciese remotamente a una pregunta directa, a un intento de hacerle precisar cualquier detalle”


#4

“Me falta el suficiente grado de complejo de inferioridad: para ser una estrella de cine hay que ser, según dice la gente, tremendamente narcisista; de hecho, lo esencial es no serlo en absoluto. No quiero decir que el ser rica y famosa fuera a fastidiarme. Esas son cosas que ocupan un lugar importante en mis planes, y algún día trataré de conseguirlas; pero, si las consigo, querría seguir gustándome a mí misma. Quiero seguir siendo yo cuando una mañana, al despertar, recuerde que tengo que desayunar en Tiffany’s”


#5

“Es como Tiffany’s —dijo—. Y no creas que me muero por las joyas. Los diamantes sí. Pero llevar diamantes sin haber cumplido los cuarenta es una horterada; y entonces todavía resulta peligroso. Sólo quedan bien cuando los llevan mujeres verdaderamente viejas. María Ouspenskaya. Arrugas y huesos, canas y diamantes: me muero de ganas de que llegue ese momento. Pero no es eso lo que me vuelve loca de Tiffany’s. Oye, ¿sabes esos días en los que te viene la malea?
—¿Algo así como cuando sientes morriña?
—No —dijo lentamente—. No, la morriña te viene porque has engordado o porque llueve muchos días seguidos. Te quedas triste, pero nada más. Pero la malea es horrible. Te entra miedo y te pones a sudar horrores, pero no sabes de qué tienes miedo. Sólo que va a pasar alguna cosa mala, pero no sabes cuál. ¿Has tenido esa sensación?
—Muy a menudo. Hay quienes lo llaman angst.
—De acuerdo. Angst. Pero ¿cómo le pones remedio?
—No sé, a veces ayuda una copa.
—Ya lo he probado. También he probado con aspirinas. Rusty opina que tendría que fumar marihuana, y lo hice, una temporada, pero sólo me entra la risa tonta. He comprobado que lo que mejor me sienta es tomar un taxi e ir a Tiffany’s. Me calma de golpe, ese silencio, esa atmósfera tan arrogante; en un sitio así no podría ocurrirte nada malo, sería imposible, en medio de todos esos hombres con los trajes tan elegantes, y ese encantador aroma a plata y a billetero de cocodrilo. Si encontrase un lugar de la vida real en donde me sintiera como me siento en Tiffany’s, me compraría unos cuantos muebles y le pondría nombre al gato”


#6

“No se enamore nunca de ninguna criatura salvaje, Mr. Bell —le aconsejó Holly—. Esa fue la equivocación de Doc. Siempre se llevaba a su casa seres salvajes. Halcones con el ala rota. Otra vez trajo un lince rojo con una pata fracturada. Pero no hay que entregarles el corazón a los seres salvajes: cuanto más se lo entregas, más fuertes se hacen. Hasta que se sienten lo suficientemente fuertes como para huir al bosque. O subirse volando a un árbol. Y luego a otro árbol más alto. Y luego al cielo. Así terminará usted, Mr. Bell, si se entrega a alguna criatura salvaje. Terminará con la mirada fija en el cielo”


#7

“—¿Te importaría —me dijo— abrir ese cajón y darme mi bolso? Para leer esta clase de cartas hay que llevar los labios pintados.”


¿Qué os parecen? ¿Habéis leído el libro o visto la peli basada en él?



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